domingo, 24 de junio de 2012

LA CONSCIENCIA DE CADA UNO


La lucha que no ocupa la primera plana
Ayer estuve ante la sede de BANKIA en Valencia, en la convocatoria de protesta de ADICAE (Asociación de Usuarios de Banca y Cajas de Ahorro). Se trataba de hacer una pitada y cacerolada contra los últimos desmadres de la banca. En la anterior que estuve, hace unos meses, éramos unas 40 personas, en esta segunda algunos menos, de hecho, la vez anterior, había tres furgonetas de la policía y esta vez sólo había una.

Yo no sé si influyó que ayer se celebraban los entrenamientos de la F1 en Valencia, o qué tiene que sucedernos a los valencianos para que la gente salga a la calle. Por la tarde, durante  el partido de la selección se montó un jaleo impresionante de tracas y pitos. Me planteo seriamente si a los valencianos sólo nos valen las tracas y los pitos. Teniendo un circo, ¿para qué queremos más?.

Hoy había una manifestación en Valencia también contra los últimos recortes en Sanidad, el prepago (o mejor, repago, porque la sanidad ya la pagamos todos, abuelos y padres nuestros incluidos), el caso es que han ido unas 2000 personas, menos mal. Junto a trabajadores de Sanidad, había de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) que también llevan muchos meses sin cobrar. Estos trabajadores, deben ser conductores de segunda, porque no cobran cuando toca,  como los de la F1, y eso que están todo el año trabajando en Valencia, no 2 días.

El caso es que yo echo a faltar algo de furia española aquí en Valencia. Para mí la furia española, es la que nos contaban en los libros de historia, de gente que peleaba con uñas y dientes por lo suyo y salía a la calle a partirse el alma por sus derechos, dejándose muchas veces la salud en estos. Hoy en día tenemos una furia domesticada. Nos pintamos los colores de guerra de la bandera en nuestra jeta, nos vestimos de rojo y vociferamos, pero no somos guerreros, somos coristas. Simplemente estamos en el segundo plano reservado al coro mientras otros batallan sus propias guerras, por sus intereses, que nada tienen que ver con los nuestros. Y nos sentimos orgullosos de ello, nos alegramos, nos emocionamos, pero de una forma irracional, entretenidos, como un mono delante de un espejo.

Al final somos como perritos amaestrados, pero ni siquiera cazadores. Somos perritos de exhibición de peluquería, de pegar gráciles saltitos al ritmo de la música del circo. Orgullosos, eso sí, esperando nuestro hueso. Con eso nos conformamos. El filete, que se lo lleve el perro grande, y si hay alguno pequeño listo que consigue su parte, que no sea cabrón y venga a compartirla.

1 comentario:

  1. la furia de la que hablas se esta pertiendo, menos mal que gente como mis paisanos mineros parecen tenerla presente aun

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