miércoles, 14 de agosto de 2013

LAS PLAÑIDERAS Y LA CLAQUE

Cospedal entrando al juzgado mientras NNGG del PP le animan fuera
 Lo que importa es el espectáculo. Si antiguamente había que demostrar en un entierro que la persona que se iba al otro barrio a descansar de sus cuitas era muy querida, respetada o se la iba a echar mucho de menos. ¿Qué mejor que contratar a un puñado de señoras plañideras para que llorasen en su entierro?. Tenía su ciencia todo esto, pero lo importante es que si había bastantes señoras llorando es que se iba al eterno reposo alguien importante.


Luego están los de la claque. Estas personas acudían a los teatros cuando las obras eran tan malas como un telefilme de la tarde de Antena 3 y se dedicaban a aplaudir, con el objetivo de que los demás aplaudiesen y demostrar que la obra en sí no era tan mala. A estos se les pagaba.


Estas profesiones anteriores parecía que habían caído en el desuso, pero en esta época donde las opiniones se forman con imágenes inmediatas, mucha información y poco tiempo para analizarla, parece ser que los políticos y sus mamporreros en su capacidad de adaptación al medio están creando escuela de como usarla.


Por eso, cuando uno ve un debate en pleno Congreso de los Diputados, aquello parece una fiesta de empresa en un prostíbulo donde el jefe cuenta el chiste verde y los pelotas le ríen y aplauden. A mí, lo que me fastidia de todo eso, es que cuando empiezan con los aplausos, yo no le veo la gracia a ninguno, sea del color que sea. 

Que yo recuerde, en ninguna empresa cuando un jefe o un empleado expone algo se le aplaude, por lo inútil que sería y la demostración de ostentación de poder que tiene un aplauso. Mal estaríamos si todo se hiciese así. Al final, los egos estarían demasiado crecidos como para dedicarse a producir, que es para lo que se nos paga.


Los políticos al contrario. Sus egos necesitan de esos aplausos. Pueden soltar una soberana gilipollez, que sus compañeros de partido, a modo de las antiguas plañideras lo ratificarán con aplausos. Todo muy medido claro, porque siempre van a decir lo que la "disciplina de partido" les dicta, es decir, un guión que ellos conocen y del que ninguno se va a salir.


Y luego están las demostraciones callejeras, que son como los escraches, pero al revés, que hay que ser gilipollas. Yo no me imagino al ladrón de uan sucursal bancaria entrando al juzgado y a todos sus famliares aplaudiendo y haciéndole sonrisistas como si entrara a una boda. 

Pues hemos caído así de bajo. Ahora, cuando un político está acusado de corrupción, las juventudes de su partido o un grupito de lameculos que buscan su acomodo en algún puestecillo público o similar, van allí, a hacerle de plañideras al corrupto de turno, para que cuando salga este por la tele, pensemos que van a juzgar a alguien necesario e importante en esta sociedad.

Yo, como soy muy rarito, cada vez que entra algún corrupto al juzgado, me acuerdo de un francés, llamado Joseph Ignace Guillotin que se inventó un método para que los corruptos entrasen la cabecita en un sitio y dejasen de molestar en silencio. Es que soy así de rarito y me gusta la tranquilidad, qué queréis que os diga..




1 comentario:

  1. vergonzoso lo ue se ve, un grupo de mamporreros coreando a la cospedal que miente más que habla y aqui no pasa nada

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